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CON FINES DOCENTES-me acojo al art. 32 de la Ley de Propiedad Intelectual española que dice asi:Artículo 32. Cita e ilustración de la enseñanza.
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martes, 3 de julio de 2012
ATEOS---BY LEONARDO PEREYRA EL OBSERVADOR ------------- ¿QUÉ BUSCAN LOS ATEOS MILITANTES? YA ES BASTANTE CONDENA NO PODER CREER EN DIOS COMO PARA, TODAVÍA, ANDAR SACANDO PECHO COMO SI FUERA GRAN COSA.
ATEOS---BY LEONARDO PEREyRA EL OBSERVADOR
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¿QUÉ BUSCAN LOS ATEOS MILITANTES? YA ES BASTANTE CONDENA NO PODER CREER EN DIOS COMO PARA, TODAVÍA, ANDAR SACANDO PECHO COMO SI FUERA GRAN COSA.
Leo en un muro virtual de por acá a la vuelta algo que ni me espanta ni me enfervoriza. Algo que simplemente no entiendo. “Jorobate por creyente”, le dice uno a otro a santo de no sé qué discusión en la que se hablaba de dioses y de inquisiciones. No entiendo ese “jorobáte” como nunca entendí a los ateos militantes ni a los creyentes fanáticos. A los últimos por intolerantes, a los primeros por superficiales.
Ya es bastante condena no poder creer en Dios como para, todavía, andar sacando pecho como si fuera gran cosa. Ya quisiera estar convencido, aunque me equivoque, de que hay alguien que se las sabe todas o de que tarde o temprano voy a reencontrarme con mi madre y mis abuelos en un lugar insospechado.
Porque hay que ser muy básico como para descolgarse con un “no creo, ja, chupáte esa mandarina, y cuando te morís te morís y chau”, y encontrar alegría en el hallazgo.
Para peor, hay muchos que no aceptan religión alguna pero se afilian a premisas aún más increíbles que la Santísima Trinidad. Por ejemplo, adhieren a consigas tales como “querer es poder”, posibilidad que se cae a pedazos apenas uno decide querer emprender un viaje a Marte ida y vuelta, o enamorar a todas las muchachas del barrio.
Además, muchos de los que rechazan la posibilidad de que un ser superior haya creado el universo, no dudan en propalar que cuando uno “desea una cosa con mucha fuerza, el universo conspira para que ello ocurra". Como si el universo estuviera enterado de nuestras minucias y, además, se tomara la molestia de andar conspirando en nuestro favor.
En su libro “Por qué no soy cristiano”, Bertrand Russell ensaya una brillante defensa de su agnosticismo pero, en ese afán, le resta importancia a las virtudes que nacen de la creencia en cosas que presuntamente no existen. “El hecho de que una creencia tenga un buen efecto moral sobre un hombre no constituye ninguna evidencia a favor de su verdad”, dice no sin razón. Pero ¿qué importa si la creencia en la resurrección no es exacta si, finalmente, tiene como resultado la tranquilidad de creer que no estamos condenados a la nada?
Por su lado, en sus “Herejías literarias”, el furibundo pensador italiano Giovanni Papini castiga sin piedad a los militantes del ateísmo. “Yo sé que en vuestro cerebro, sin ventanas por el lado del cielo, no tienen derecho de entrada más que las verdades que han llegado a ser lugares comunes y las ideas que, a fuerza del uso, se han vuelto imbecilidades. Permitidme que rece por vuestra alma, imbéciles convencidos e innumerables”, exagera Papini, quien a la vejez se convirtió en un fervoroso cristiano tras haber sido un ateo convencido en su juventud.
Y aunque se descrea del más allá, es imposible rechazar esa descripción del cielo que Jorge Luis Borges leyó en algún lado y a la que no quería sacarle ni un punto ni una coma. Cito y termino: “Después de la muerte, aprenderemos el manejo feliz de esa eternidad que ya es nuestra. Recobraremos todos los instantes de nuestra vida y los combinaremos como nos plazca. Dios, Shakespeare y nuestros amigos colaborarán con nosotros”. Ante una tesis tan espléndida, cualquier acotación resultaría un desborde.
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